sábado, 13 de noviembre de 2010

Títeres famosos: Carozo y Narizota

Hace ya algunos meses que no hablábamos de títeres famosos. Y como nuestro público al otro lado del Atlántico continúa a crecer, retomamos hoy esta sección cruzando el charco y viajando hasta Argentina para conocer a Carozo y Narizota, dos extravagantes muñecos que desde hace más de treinta años inundan la televisión en el país.

El creador de estos simpáticos personajes es Jose Luis Telecher. Él mismo sabe que para que los personajes tengan éxito, el manipulador tiene que desaparecer de la escena: "quiero que los muñecos tengan vida propia", le gusta afirmar a Telecher.

Narizota es “una garrapata mutante, o más bien un capricho de la naturaleza", un tanto burlón y cínico. Nació a finales de los años 70, más concretamente en 1978, para la televisión argentina Canal 13, de una original idea del productor Julio Hiliana. Narizota comenzó así su andadura televisiva en programas dedicados a un target infantil. Más tarde llegaría su amigo Carozo, un simpático perro de color azul celeste con un simpático y grande hocico. Con el pasar de los años, nuestros amigos se fueron separando poco a poco del público pueril y se fueron situando en programas destinados a un público cada vez más adulto, llegando a conducir su propio espacio dentro del programa Crónica Tv.

Pero mejor que leer sobre su historia, mejor es que nos la cuenten ellos mismos. ¡Con este homejane a todos los titiriteros de Argentina que nos leen desde la lejana y hermana América Latina, os dejamos con los simpáticos Carozo y Narizota!

domingo, 7 de noviembre de 2010

Grandes titiriteros: Richard Teschenr

Dentro de esos grandes titiriteros que han marcado la historia del teatro de títeres, hoy citaremos a alguien un tanto desconocido a nivel de cultura general, pero un gran punto de referencia para los estudiosos del mundo de los muñecos articulados. Hoy conoceremos a Richard Teschenr (1879-1948), famoso titiritero austríaco, importante por introducir en Europa la técnica de manipulación del wayang indonesiano.

Sin duda, Teschenr fue un titiritero original. Gracias a su condición de esposo de una noble mujer rica, Emma Bacher-Paulik, se vió libre de todo tipo de presiones fiscales, pudiendo dar rienda suelta a su imaginación en la creación de sus diferentes espectáculos.

En 1906 fundó su propia compañía de muñecos en Viena. Pero fue a partir de su viaje a los Países Bajos en 1911 cuando su vida como profesional titiritero dió un cambio radical. Allí, unos exploradores holandeses le mostraron los tesoros que de Java habían traido en una de sus expediciones, entre los que se encontraban algunos muñecos de la técnica de manipulación propia de Indonesia: los wayang, títeres de varilla inferior.

Fue así como, con su ingenio, consiguió introducir en el viejo continente la nueva técnica de varilla, dotándole de características singulares, y moviendo los nuevos muñecos en su no menos curioso escenario: el figurenspiegel. Se trata de un pequeño proscenio cubierto con un cristal circular y algo convexo. Detrás del mismo, espacio para tres actores manipuladores que manejaban sus muñecos de varillas, pudiéndolos apoyar en un tablado con muescas, manejando así los brazos y las piernas de los mismos. Así, con la ayuda de humo y otras sustancias químicas de colores, y con increíbles efectos luminosos de colores, se lograban espectaculares imágenes detrás del vidrio, haciendo que sus funciones fueran aplaudidas por numeroso público. Público que, además de agradecer semejante regalo a la vista, agradecía también la generosidad de Teschenr, pues, debido a su fortuna, pudo tener el lujo de con cobrar entrada a sus espectáculos.

Teschenr es, por tanto, un genio que ha sabido innovar con una vieja técnica de manipulación oriental, sabiendo adaptarla a las exigencias del público occidental de la época con imaginación y habilidad. Un inmenso trabajo que no se ha perdido tras su muerte. En 1941, Klaus Behrendt, creó una fundación, para que su patrimonio no se perdiera, recuperando sus figuras y restaurándolas, para que todos los que pasen hoy por el Museo Nacional de Viena, puedan contemplarlas y seguir disfrutando de ellas como lo hicieron los austríacos hace medio siglo.

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